Leña
certificada en Coyhaique: leña de corazón
y de razón
Víctor
Gerding
Socio AIFBN
Instituto de Silvicultura, Facultad de Ciencias Forestales
y
Recursos Naturales, Universidad Austral de Chile
E-mail:
vgerding@uach.cl
El
Sistema Nacional de Certificación de Leña
(SNCL) constituye uno de los programas raros en la economía
de Chile. Sus objetivos son de bien común, para
el beneficio de la sociedad en general, pensando en el
hoy y en el mañana. Esta iniciativa nace en la
sociedad civil, con un núcleo de ingenieros forestales
visionarios y entusiastas, en medio de un caos que por
siglos se había mantenido a vista y paciencia de
todas las autoridades.
Dicho
caos es la producción, transporte y comercio
ilegales de leña. Algunos han preferido llamarlo
eufemísticamente comercio informal de leña,
tal vez para no tener que enfrentar el problema. De
pronto, se propone y se inicia la acción decidida,
a través del SNCL, para el cuidado del bosque,
para el cumplimiento de las leyes laborales y forestales,
para la descontaminación del aire y para proteger
los derechos del consumidor. Hoy puede parecernos que
estos pilares son consustanciales a la leña,
pero no siempre fue así y tampoco lo es completamente
en estos días. Se trabaja intensamente para lograr
estos principios de sustentabilidad, desde Valparaíso
hasta Magallanes, donde este recurso es un producto
noble y necesario. El proyecto de leña certificada
avanza de a poco para poder consolidarse y no volver
atrás ni dejar heridos en el camino, se trata
de sumar voluntades. Un programa tan revolucionario
como éste, que pretende cambiar la cultura, aquello
que siempre se ha hecho, la indiferencia de muchos,
el menosprecio por un producto sin glamour, pero que
es esencial en la vida de millones de chilenos, como
lo es nuestra humilde leña, requiere de personas
especiales para alcanzar el éxito. No cualquiera
puede enfrentar el trabajo necesario para contribuir
significativamente a los pilares de la SNCL, que son
de bien común.
Un
ejemplo de avance seguro en la leña certificada,
como los habrá muchos en el SNCL, se observa
en las cercanías de Coyhaique. Allí, los
miembros de la Agrupación de Ingenieros Forestales
por El Bosque Nativo e ingenieros forestales (UACh)
Marcelo Sanhueza y Julio Molettieri, trabajan con entusiasmo,
con esfuerzo, con conocimientos de la silvicultura,
del manejo forestal y del trabajo con pequeños
propietarios. Y, por otra parte, se encuentra don Emilio
Espinoza, pequeño propietario forestal, pionero
que se dedica a la producción de leña
certificada.
Profesionales
y propietario hacen un equipo de trabajo, comparten,
discuten, proyectan, planifican, acuerdan y trabajan
en conjunto para producir leña certificada. Los
bosques de lenga y ñirre se ralean, se aprovechan
viejos troncos, se establecen vías de saca y
caminos, se deja remanente de bosque con buenas cualidades
para que siga creciendo, se protege la regeneración,
se maneja y ordena el bosque. La leña se troza,
se almacena bajo techo y se seca. Hay ingenio, inventiva
y dedicación.
Este
trabajo bien hecho y con pasión deja una serie
de beneficios, como son los pilares de SNCL, porque
está contribuyendo a conservar el bosque, aprovechando
su madera, está cumpliendo las leyes que protegen
a los trabajadores y que respetan la naturaleza, está
reduciendo la contaminación del aire en Coyhaique
y está garantizando la buena calidad del producto
leña que los vecinos de esa ciudad patagónica
consumen. Y no sólo eso, la producción
y el comercio legales generan impuestos que son distribuidos
en toda la sociedad chilena. Actualmente hay una veintena
de comerciantes certificados en la región de
Aysén. Los ejemplos de Marcelo, Julio y Emilio
se multiplican, pero hacen falta muchos más como
ellos a lo largo del país.
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